La colonia Bellavista es un asentamiento
que no esta lejos de Playa del Carmen. Más este pequeño lugar tiene poco que
ver con la floreciente zona turística de esta ciudad. Se ven instalaciones
miserables, con casas sucias y ventanas sin vidrios, calles en mal estado
flanqueadas por escombros. Nuestro lugar de acción es la parroquia de Corpus
Christi. A nuestra llegada ya esperaban muchos pacientes sentados en filas de
sillas a la sombra de árboles. Los
voluntarios de la comunidad han organizado todo perfectamente. De la iglesia se
han sacado las sillas ye improvisado pequeños cubículos para los médicos, separados
por sábanas que cuelgan de cuerdas. Los pacientes son llamados uno por uno.
Jóvenes reparten galletas y bebidas.
Entre la gente que esperan me llama la
atención una mujer de mediana edad. Cuatro niños pequeños juegan frente a ella
en el suelo. ¿Sus nietos? La abordo. Se llama Ma. Ofelia Moreno, tiene 51 años
y ayuda como catequista en la comunidad. Los pequeños que ha traído, dos niñas
y dos niños son de sus familiares. Los padres trabajan en Playa del Carmen y no
tienen tiempo para visitas médicas. Ma. Ofelia siempre les ayuda cuando puede.
Trajo consigo desayuno para los niños y antes de darles un refresco, comprueba
que no este demasiado frío. El médico sólo tiene que ver a Angelito, de cinco
años de edad, que padece un dolor en el cuello y presenta fiebre. La espera es
larga. Le pregunto a Ma. Ofelia por las condiciones de vida en la comunidad.
Ella me cuenta que aquí viven muchas personas que junto con sus familiares han
dejado su pueblo para buscar trabajo en Playa del Carmen. Trabajan en algún
hotel o restaurant como bodegueros, ayudantes de limpieza, camareras o
veladores. Muchos de los que llegan no encuentran empleo y pierden la esperanza
de salir adelante. María Ofelia me cuenta que el alcoholismo es un gran
problema. Pero también quien trabaja duro apenas puede subsistir. Los recursos
no alcanzan para un seguro contra enfermedades y no tienen los medios para
consultar a un médico. La mayoría de las veces, ambos padres tienen que
trabajar para sacar adelante a su familia. Los niños son los que se ven más
afectados. María Ofelia me explica que aquí, muchos de estos niños no asisten a
la escuela. Durante el día están a
merced de sus propias fuerzas, pues faltan lugares adecuados para su cuidado y
protección. El estado de pobreza en el que se desarrollan solo será superado
con una educación adecuada.
‘Los
de la comunidad intentamos ayudar’ me cuenta
María Ofelia. Es muy importante identificar qué familias necesitan apoyo y
dónde están los niños más descuidados.
Todavía pasa un rato hasta que llega el
turno de Angelito y Ma. Ofelia. La enfermera Stephanie Lindner le pregunta
sobre los malestares del pequeño y manda al niño con la doctora Shanti Lokhande
quien trabaja con nosotros como pediatra. Shanti lo explora a fondo, escucha su
corazón y pulmones y revisa su cuello. Le prescribe una ungüento de eucalipto
que María Ofelia recoge con Maeve Kirwan. Junto con otros dos miembros del
equipo, Maeve administra nuestra farmacia, reparte medicamentos y explica, una
vez más a los pacientes, la dosificación indicada. Seguramente que Angelito pronto estará mejor.
En este primer día de nuestra estancia, hemos
atendido a alrededor de 530 pacientes. Fue muy conmovedor ver con cuanto
interés y alegría nos apoyaron los voluntarios de la comunidad. La colonia
Bella Vista no es una hermosa localidad, más estas gentes trabajaron con una
sonrisa que nunca olvidaremos.