Es un gran día para Feliciana y Rosaura: un equipo de médicos se encuentra en su pueblo. Esto significa que hay muchas cosas nuevas para ver e investigar. A las niñas les gusta jugar con nosotros, que les enseñemos nuestros aparatos o les expliquemos algo; nos siguen cada palabra. Son niñas vivaces, alegres y muestran mucho interés. Sus ojos son vivos.
Feliciana y Rosaura viven en Sacalaca, un pueblo Maya alejado de ciudades más grandes y en medio de la jungla, aproximadamente a una hora de Felipe Carrillo Puerto.
Las calles están parcialmente sin asfalto. En el centro del pueblo hay una iglesia antigua. Gallinas, pavos, cerdos y perros andan por todas partes. Hay una escuela primaria, pronto las niñas serán alumnas allí. No hay escuela secundaria en ningún lugar cercano. Para cualquier niño o joven que pueda necesitarla faltan medios de transporte. El nivel de formación en el pueblo es muy bajo, y las ganas de aprender no se pueden satisfacer. Hay mucha gente analfabeta en el pueblo. Aquí la población es entre las más pobres de México. Esta gente tiene lo que necesitan para sobrevivir, nada más.
Sacalaca tiene unos 1000 habitantes. Muchos de ellos viven en chozas tradicionales Maya, con las paredes construidas de palos verticales, alguna que otra está rodeado por un pequeño muro de piedra. El suelo de las chozas es de barro, no hay más que unas hamacas, alguna silla de plástico o alguna estantería, una mesa quizás. No hay separación entre donde se vive durante el día y donde se duerme. Las comidas se preparan sobre un fuego abierto dentro de la choza. Existe luz eléctrica, hay agua de grifo, pero no en todas las viviendas.
Los televisores que vemos en algunas casas hacen un contraste curioso. Hay progreso tecnológico, se pueden ver las imágenes transmitidas de mundos ajenos, telenovelas americanas, imágenes de personas con unas vidas mejores de lo que la gente conoce aquí.
Al lado de las chozas se ven algunas casas más modernas, con tejados planos, bajo los cuales el calor se hace insoportable en verano. En los jardines hay naranjos, pero los frutos no se recogen, sino que se caen al suelo y se pudren. La alimentación principal consiste de maíz y frijoles. Lo que sí se conocen aquí en medio de la jungla son la Coca-Cola y otros tipos de refrescos industriales. Muchas de las mujeres y niños muestran sobrepeso.
En general vemos sobre todo mujeres, niños y gente mayor. Las mujeres llevan sus tradicionales trajes blancos y bordados.
Es probable que muchos de los hombres hayan salido del pueblo en busca de un trabajo en algún hotel o restaurante de los centros turísticos de Playa del Carmen o Cancún.
La gente es muy amable y abierta. Los niños se pasan el día afuera, se les ve sucios de jugar por la calle. Nos llama la atención lo juguetones, vivaces y llenos de interés que se demuestran.
La gente mayor habla su idioma indígena; muchos de nuestros pacientes adultos no tienen conocimiento del español. Los niños sí que lo hablan; en la primaria tienen clase de idioma y también aprenden por la televisión. Hacerse entender con la gente mayor por el otro lado es bastante más difícil. Necesitamos traductores que saben hablar maya, y nos esforzamos en usar frases simples de entender. Conceptos más complicados de medicina no se pueden transmitir, y las causas de las enfermedades son muy difíciles de explicar. La falta de formación también se puede ver en el mal estado de las dentaduras de la gente: los refrescos azucarados y la ausencia de conocimientos de higiene bucal han dejado huellas muy graves en muchos pacientes. Además, muchas mujeres del pueblo se encuentran en situaciones familiares muy difíciles...
Para un observador exterior las condiciones de vida dan una impresión muy deprimente. No puedo juzgar como ellos mismos perciben su propia situación. Pero la falta de tantas cosas es patente – una falta que a la vez es una gran injusticia. Si no hay cambios profundos los niños y niñas de aquí, como Feliciana y Rosaura, no tendrán la posibilidad de llevar unas vidas mejores que sus padres.
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