Me dice uno de los médicos que no hace falta contar esta historia. Se trata de un caso extraordinario, dice, y no refleja lo que hacemos aquí en la jungla maya. Y tiene razón: es un caso de emergencia, y esto lo vemos poco.
Una joven madre presenta su hijo al Dr. Egervári. El niño que tiene unos diez meses padece de una pulmonía grave y está en un estado crítico. El P. Higinio llama a la ambulancia para que lleve el niño al hospital.
Sin embargo, el conductor de la ambulancia se niega a venir. Exige que la familia del niño le pague antes el dinero de la gasolina. El P. Higinio intenta todo para ayudarle al niño. Llama hasta al alcalde, y le explica lo serio de la situación. No hay manera. Queda una sola solución: un taxi tiene que llevar a la madre con su hijo a la ambulancia para que pueda pagar el conductor el dinero de la gasolina del viaje largo al siguiente hospital.
En este momento, espontáneamente, entre la gente que nos rodea, surge una ola de comedimiento: cada uno da algo, sacan dinero de sus bolsillos, se lo ofrecen a la madre para que pueda pagar el taxi, la ambulancia, la gasolina, el tratamiento, y los gastos de todos estos cargos que ella misma no sería capaz de pagar.
Esta gente es pobre y tiene poco. Pero sacan de la nada que tienen con tal de remediar la situación.
Tal vez no sea típico de nuestro trabajo aquí, pero refleja de manera patente lo que vemos y vivimos. La generosidad de esta gente maya es impresionante, y esto sí que es una historia que tengo que contar.
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